Madrecita, Flor del Trabajo, Virgen Roja del Proletariado. María de los Ángeles Cano Márquez nació en Medellín, el 12 de agosto de 1887, cuando los "Mártires de Chicago" (inspiradores del Día Internacional del Trabajo) estaban siendo juzgados en EEUU. Toda una premonición en la vida de María Cano. Idealista, poetisa, revolucionaria, María Cano ha sido una de las mujeres más extraordinarias de Medellín, de Colombia, de América, aun cuando "la cultura machista predominante como la nuestra (Mario Arango Jaramillo, autor de "María Cano, Flor Eterna" la ha juzgado desde la derecha hasta la izquierda con toda suerte de prejuicios". María Cano vivió desde la infancia aires de libertad, justicia, democracia. El padre, Rodolfo Cano Isaza, rector de la Escuela Nacional de Varones, donde hoy se yergue majestuoso el Paraninfo de la Universidad de Antioquia, uno de los rincones más bellos de "la tacita de plata" (como es conocida Medellín), constituyó un ejemplo de amor a las ideas de la Revolución Francesa. Las tertulias organizadas por Rodolfo Cano Isaza con pintores, abogados, escritores, políticos, ingenieros, pusieron en contacto a María Cano con el frenético movimiento político, literario y artístico de Medellín, una ciudad pequeña, ordenada y limpia. La calle de Bolivia (hoy convertida en un estercolero urbanístico, contaminada, sucia) brillaba por sus casas de tejados a dos aguas; fachadas pintadas de blanco; palmeras a un lado y otro de la calzada. El paseo de La Playa estaba regado de hermosas quintas y el monumental teatro Junín permanecía de pie, cuando la chifladura humana, la fiebre del desarrollo a costa de la belleza aún no había provocado su demolición. Floridos barrios como Belén, Prados o Buenos Aires y la estación del ferrocarril en la plaza de Cisneros, desde donde Medellín estaba en comunicación con el mundo a través del tren y el río Magdalena, navegable desde Puerto Berrío hasta la desembocadura en el Mar Caribe. Pero en aquel idílico Medellín, la mujer continuaba marginada, sometida por una sociedad mojigata y tradicionalista, conservadora. El Gobierno agravó la situación tras privatizar la enseñanza en beneficio de las órdenes religiosas. El padre de María Cano debió abandonar la Escuela Nacional de Varones y la familia se trasladó primero a una casa más humilde y después a otra en El Salvador, un barrio netamente popular. A la edad de doce años, María Cano vio partir hacia la Guerra de los Mil Días (desatada por el Partido Liberal contra las medidas represoras del Gobierno; los repetidos fraudes electorales y la corrupción administrativa) a su primo Tomás Uribe Márquez, más tarde excomulgado por criticar a la Santa Madre Iglesia, solidaria con el Partido Conservador). Tres años de muerte y destrucción, un acicate para los secesionistas panameños bajo el padrinazgo del Tío Sam y la imbecilidad del presidente José Manuel Marroquín Ricaurte solicitando tropas a EEUU para sofocar a los rebeldes liberales. La ruina de Colombia hizo posible la firma del Tratado Herrán-Hay (rechazado por el Senado de Colombia) porque los gringos fueron muy contundentes a la hora de amenazar a José Manuel Marroquí Ricaurte. Firmaba el tratado o los gringos destrozaban aún más a Colombia. A la muerte de los padres de María Cano (murieron con poco tiempo de diferencia entre sí), las tres huérfanas organizaron su vida. Una de las hermanas de María Cano empezó a trabajar como fotógrafa; la otra se hizo célebre como médium y María Cano asumió las faenas del hogar, además de leer libros de poesía y continuar la tertulia iniciada por su padre. Corría el año 1910 y Carlos Eugenio Restrepo Restrepo (quien más tarde dio nombre a la sección antioqueña de la Escuela Nacional de Policía, situada en un rincón feraz del municipio de La Estrella) tomó posesión como presidente de la República. La transformación urbanística, económica y política de Medellín se hizo notar. Nacieron varias organizaciones de obrero, artesanos y campesinos. También vio la luz el periódico "El Luchador". Asimismo, la bohemia (compuesta por jóvenes poetas, filósofos, músicos, abogados, periodistas) empezó a ser un dolor de muelas para la Santa Madre Iglesia. Aquel grupo de transgresores de las normas conservadoras fundaron la revista "Pamida", inspirada en el dios Pan o Dionisio, dios del vino y del relajo con las mujeres. Beber, follar (joder, chingar) y reír (se) de las costumbres imperantes. Uno de aquellos bohemios, Ricardo Uribe Escobar, más tarde nombrado director del periódico "El Correo Liberal", escribió un verso preñado de lirismo. Lo tituló "Las Cruces".
para cazar a Jesucristo.
y huye donde ve una.
y se murió.
Santa María de Puerto Príncipe (hoy Camagüey) la
vio nacer el 23 de marzo de 1814. La bautizaron con el nombre de María
Gertrudis de los Dolores Gómez de Avellaneda y Arteaga. Nació de un matrimonio
sin amor ni relajo. El capitán de navío Manuel Gómez de Avellaneda, oriundo de
un pueblo de Sevilla, y Francisca Arteaga, criolla desde la cuna, contrajeron
matrimonio por conveniencia. Ella le juró respeto y el hidalgo caballero, bastante
mayor, comportarse en consonancia. Los rigores del clima y la nostalgia
empujaron a Manuel Gómez de Avellaneda a hacer planes de retorno a la Madre Patria. Pero
no consiguió ver realizada su meta por la negativa de Francisca, tan apegada a
la tierra cubana. Murió pocos años después. Para entonces, Gertrudis despuntaba
como niña precoz. Talento para traducir a Voltaire, talento para leer a
Chateaubriand, talento para estudiar a Quintana. Componer poemas, declamar en
francés, representar comedias. Ni muñecas ni juegos con las demás niñas. La
desaparición del padre la sumió en la melancolía. Más aún cuando la madre cayó
rendida en los brazos del teniente coronel Isidoro Escalada y López de Peña. El
escándalo saltó a la literatura. Rafael Marquina (autor de "Gertrudis
Gómez de Avellaneda, La
Peregrina"), escribió: "Gertrudis no había secado
aún las primeras lágrimas tras la muerte de su padre, cuando las sintió
acibaradas por el enojo y la desilusión. Un gran desengaño le hundió el alma en
la amargura de ceniza. La señora Francisca Arteaga había quedado en apetecible
buen punto de mujer rica y joven y harto bella. En la ciudad de Puerto
Príncipe, de reducida sociedad y ámbito casero, aunque prócer, la viuda joven,
bella y rica fue enseguida para el ocio de los zánganos, y aun para el runruneo
activo de los abejones, tentación adorada del panal rezumante. Se hizo en torno
a ella corro de adoradores y guirnalda de madrigales. Los galanes rendidos y
ponderativos ejercitaron sus seducciones, extendieron sus ardides, portaron el
rendido amor eterno que súbitamente les brotaba, ante el triste suceso, no del
todo trágico de la muerte del cumplidor caballero don Manuel Gómez de
Avellaneda, que, en prenda del buen gusto y hondo señorío andaluz, dejaba sobre
la tierra de Cuba viuda tan apetitosa y discreta y abastecida". El
matrimonio de la madre hundió a Gertrudis aún más en su carácter tacirturno,
solitario, idealista, y despertó en ella un irrefrenable deseo por conocer
Sevilla, España, donde no pudo descansar para siempre Manuel Gómez de
Avellaneda. Nunca quiso a su padrastro, pero años más tarde se convirtió en su
aliada. El militar español también echaba peste del clima tropical, las
enfermedades caribeñas, la vida en las insalubres guarniciones. El 9 de abril
de 1836 partieron rumbo a Burdeos a bordo de la fragata "La Bellochan". La
despedida de Cuba, quizá para siempre, le inspiró el soneto "Al
Partir".
¡Perla del mar! ¡Estrella de Occidente!
¡Hermosa Cuba! Tu brillante cielo
La noche cubre con su opaco velo,
Como cubre el dolor mi triste frente.
¡Voy a partir!... La chusma* diligente,
Para arrancarme del nativo suelo
Las velas iza, y pronta a su desvelo
La brisa acude de tu zona ardiente.
¡Adiós, patria feliz, edén querido!
¡Doquier que el hado en su furor impela,
Tu dulce nombre halagará mi oído!
¡Adiós!... Ya cruje la turgente vela...
El ancla se alza... el buque,
estremecido,
Las olas corta y silencioso vuela!
Desde Burdeos zarparon hacia La Coruña, donde no hizo migas
con la familia del padrastro. Dos años permaneció en la ciudad gallega envuelta
en un infierno. Tuvo, sin embargo, un brote amoroso con Ricafort, hijo de un
general del Ejército. El primer brote afloró en Puerto Príncipe, a la temprana
edad de quince años. Loynaz tenía por nombre el soltero más rico de la ciudad.
De Loynaz escrigió Gertrudis años más tarde: "Su talento era muy limitado,
su sensibilidad común, sus virtudes muy problemáticas". Con Ricafort
sucedió lo mismo. Rafael Marquina explicó así la mentalidad de Ricafort: "Amaba
a la mujer, pero no toleraba a la poetisa; tenía miedo de la escritora, de su
talento, quizá por su menguada cultura, como más tarde reconoció la propia
Gertrudis, y de nuevo surgió la situación dilemática. El dilema, a la vez
patético y dulce, manso y encendido. Gertrudis amó a Ricafort desde el primer
momento. Fue como un flechazo, el relámpago inmediato, la pujante fulminación
de la pasión arrolladora. Un amor digno del arrebatado temperamento de la
poetisa. Pero cuando Gertrudis escrutó la mirada, apareció el dilema. ¿Versos
otra vez? - protestó Ricafort. Es mi única vocación, mi placer -replicó ella.
No me explico tu empeño. ¿Qué lograrás cuando tengas reputación literaria? Te
atraerás la envidia, las calumnias, las murmuraciones". El hermano la sacó
del atolladero y juntos abandonaron La Coruña, rumbo a Cádiz por vía marítima. De la
"tacita de plata", Gertrudis, dijo: "Nada vi, nada vi. Sólo vi a
Cádiz, linda, esbelta, coqueta". Finalmente arribaron a Sevilla, a
Constantina, donde nació su padre. Un hermano de Manuel Gómez de Avellaneda la
quiso desposar con un vejestorio, amo de un rica hacienda. Ella se negó y
abandonó la villa. En Sevilla devoró libros, publicó sus primeros versos, dio a
luz a su pseudónimo de "La
Peregrina". "En el momento de su llegada a Sevilla
-escribió Rafael Marquina-, en la fraganccia de sus veinticuatro años, aquella
hermosura estaba en todo su brillante apogeo. Era de buena estatura, más bien
alta; de cuerpo admirablemente modelado, que no había deformado aún la
abundancia de carne. En torno a ella, gallardísima, los hombres se dejan
arrastrar hacia el encanto de las evocaciones, y las mujeres se hunde ante su
voz aterciopelada". En Sevilla, durante uno de sus recitales poéticos,
Gertrudis conoció a un caballero, Antonio, Antonio Méndez Vigo, un trastornado.
Sólo la había visto ese día, pero el hombre quedó prendado del romanticismo de
la poetisa, la voz acaramelada, la temperancia del espíritu. Se acercó a ella:
"Te quiero, te adoro con todo el corazón. No me desprecies. Ampárame porque
no puedo arrancarme del pecho esta pasión que es toda mi vida. Quiéreme, soy
todo tuyo para siempre. Arráncame el alma, mátame, si no puedes quererme. Sin
tu amor no quiero la vida. Rafael Marquina reflejó así la reacción de la
poetisa: "Gertrudis se echa para atrás removiendo en el aire una onda
fragancia. Siente piedad de aquel gran tumulto romántico, de aquella gran
pasión, de aquel sincero amor turbulento y frenético. Dice palabras suaves y
halagos corteses. Pero el muchacho, loco de amor, insiste y persiste ardiente
de amor. Una vez más te aconsejo calma -dijo ella-. Veremos, acaso seré tuya
más adelante. No desesperes. Una triste sonrisa -prosiguió Rafael Marquina-
perfumada en los labios del doncel romántico y enamorado madrigal de su
gratitud temerosa... Si no logro tu amor -insistió-, me quitaré la vida".
Antonio desapareció de su vida en beneficio de Ignacio de Cepeda y Alcalde,
abogado y hombre rico. Gertrudis bebió de nuevo la cálida esencia del amor.
Mantuvieron un romance apasionado, pero con altibajos. Cepeda tuvo miedo y se
apartó de ella. Gertrudis escribió: " "¿Existe el hombre que pueda
llenar esta sensibilidad tan fogosa como delicada? En vano lo he buscado
durante nueve años. He conocido hombres, hombres todos parecidos entre sí;
ninguno ante quien postrarme y decirle: Tú serás mi Dios sobre la tierra, tú,
mi dueño absoluto, dueño de mi vida apasionada". Pensando en Cepeda
compuso el soneto "Para Él".
No existe lazo ya: todo está roto:
Plúgole al cielo así: ¡bendito sea!
Amargo cáliz con placer agoto:
Mi alma reposa al fin: nada desea.
Te amé, no te amo ya: piénsolo al menos:
¡Nunca, si fuere error, la verdad mire!
Que tantos años de amarguras llenos
Trague el olvido; el corazón respire.
Lo has destrozado sin piedad: mi orgullo
Una vez y otra vez pisaste insano...
Mas nunca e labio exhalará un murmullo
Para acusar tu proceder tirano.
De graves faltas vengador terrible,
Dócil llenaste tu misión: ¿Lo ignoras?
No era tuyo el poder que irresistible
Postró ante ti mis fuerzas vencedoras.
¡Quísolo Dios y fue: gloria a su nombre!
Todo se terminó: recobro aliento:
¡Ángel de las venganzas! Ya eres hombre..
Ni amor ni miedo al contemplarte siento.
Cayó tu cetro, se embotó tu espada...
Mas ¡ay! ¡cuán triste libertad respiro!
Hice un mundo de ti, que hoy se anonada,
Y en honda y vasta soledad me miro.
¡Vive dichoso tú! Si en algún día
Ves este adiós que te dirijo eterno,
Sabe que aún tienes en el alma mía
Generoso perdón, cariño tierno.
En 1840 se trasladó a Madrid, donde ya gozaba de fama como autora de obras de teatro, novelas, poesía. En Madrid conquistó la gloria y un nuevo fracaso amoroso. Se llamaba Gabriel García Tassara, poeta también. Engendraron una hija. Mas cuando la niña nació el amor ya había muerto. También murió ella tiempo después, víctima de una afección cerebral. En 1846, Gertrudis contrajo matrimonio con el gobernador de Madrid. Pero no tardó ni tres meses en quedarse viuda. Después de un retiro piadoso en el convento de Nuestra Señora de Loreto, regresó a la bulliciosa sociedad madrileña. Tertulias, estrenos, recitales. En 1855 entró en su vida un apuesto coronel de Artillería, Domingo Verdugo y Massieu, nacido en La Laguna (Tenerife) y nombrado ayudante de campo de Francisco de Asís de Borbón, marido de la reina Isabel II, un poco mariquita según declaró ella misma. El noviazgo pronto terminó delante del altar. Ella, Gertrudis, coqueta, se quitó tres años para igualar la edad del militar. Tres años más tarde lo destinaron como gobernador de Cienfuegos, en Cuba. En la isla, Gertrudis dirigió la revista literaria "Álbum cubano de lo bueno y de lo bello". El marido de Gertrudis murió en 1863 y ella quiso ingresar de nuevo en un convento. El hermano la disuadió. Embarcaron de nuevo con destino a España. Cayó enferma de salud y soledad. El 1 de febrero de 1873 falleció en la casa madrileña de la calle Ferraz. Murió sola y casi sola la enterraron. Dos o tres amigos para despedir a una gloria de la literatura española. José María Rodríguez de Cepeda, denunció el silencio del ayuntamiento de Sevilla. "Ni una calle ni una plaza ni una triste placa recuerdan en Sevilla a una de las voces más hondas de la poesía romántica española".
COCO CHANEL (1)
De
origen campesino, Albert Chanel (padre de Coco Chanel) heredó la raza del
abuelo, quien ante los avatares de la vida transformó su modesta granja en un
rincón para el ocio de los parroquianos. Se llamaba "El Cabaret". En
realidad fucionaba como prostíbulo y taberna. Primero los hombres disfrutaban
de un mantecado (polvo, kiki) con una damisela (o con una señora de bigote) y
luego resfrescaban el gaznate con un vaso de vino acodados en el mostrador de
la cantina. Pero la industrialización de Francia dejó vacía la aldea. Uno de
los vástagos de aquel abuelito emprendedor se hizo buhonero y padre de
diecinueve hijos, a uno le puso de nombre Albert, también vendedor ambulante.
Albert planeaba continuamente nuevos y prósperos negocios, pero la suerte nunca
le hizo caso. Andaba de la ceca a la
Meca buscando el sueño dorado. De fonda en fonda y de ciudad
en ciudad apareció Jeanne Devolle en su vida. Ella no pudo resistir el ardiente
temperamento de aquel seductor comerciante de todo y también abrazó la
profesión de mercachifle. Se instalaron en Saumur, ciudad plena de prestigio
gracias a la escuela de equitación. Los mejores jinetes de Francia se formaban
en Saumur. Caballeros de porte y damas hermosas. El mejor sitio para montar un
negocio de moda. Albert y Jeanne se dedicaban a la venta de hilo, dedales,
agujas, tijeras, botones. La mercería estaba instalada en un tendere en el
suelo de cualquier plaza o calle. Dos años después de haber llegado a Saumur,
el 19 de agosto de 1883, nació en el hospicio Gabrielle Chanel. La madre de
Gabrielle se cargó de hijos y enfermedades. Murió a la bíblica edad de treinta
y tres años. Los hijos varones fueron encomendados a varios granjeros (para
terminar siendo esclavos) y las hijas ingresaron en el orfanato de Saint
Étienne d'Obazine, una ruinosa abadía del siglo XII. "LLévame contigo
-suplicó Gabrielle-. No me dejes aquí&quoot;. "Vendré a buscarte más
adelante y volveremos a tener una casa" -respondió Albert Chanel. Jamás
regresó. Las monjas del Sagrado Corazón de María le enseñaron a rezar el
rosario, a cantar villancicos y a bordar. Una de las hermanas de Albert Chanel
no dejó solas a las sobrinas y de vez en cuando iba a visitarlas. También se
las llevaba temporalmente a su casa. En el desván de la tía Louise, Gabrielle
fabricó su escondite secreto mientras devoraba revistas de moda, folletines
amorosos y novelas de viaje. Soñaba con la libertad, huir del orfanato, dejar
atrás los gruesos muros de piedra románica de la vieja abadía. Cuando nació la Belle Époque, Gabrielle
ingresó en el colegio de Notre Dame, en Moulins. Dos años en el internado y
después a trabajar como dependienta en una tienda de ropa. Empezaron a rondarla
soldados y oficiales de la
X Guarnición de Cazadores de Caballería. No se mordió la
lengua con un sargento enamorado porque odiaba las cejas tipo Breznev.
"¿No ha pensado nunca recortarse las cejas?". Tampoco soportaba la
barba sin afeitar durante veinticuatro horas de los hombres velludos. Con
veinte años de edad simultaneaba el trabajo como modista y la canción en un
tugurio de nombre La Rotonde,
frecuentado por militares, bohemios y mujeres ligeras de cascos. En La Rotonde la bautizaron Coco
Chanel. En 1905 se trasladó a Vichy, una ciudad noble y adinerada. Ofreció sus
servicios como "reina del escenario" al director del Alcázar. El
hombre no tuvo reparo en mandarla a clases de canto. Pero la música no iba a
ser decisiva en la vida de Coco Chanel. Transcurridos varios meses el profesor
de canto le dijo: "Tienes voz de pajarito; te fallan los gestos y además
estás en los huesos". Empezó a trabajar en las fuentes termales. Con
uniforme blanco, toca blanca y botas de agua blanca daba de beber a los
sedientos veraneantes, sobre todo a las señoras de avanzada edad. En esa época
nació la moda Coco Chanel sin saberlo ella misma. Dejó de usar el tormentoso
corsé y los sombreros de ala grande. Amaba la equitación y disfrutar el
ambiente del hipódromo. "¡¡Qué vida tan hermosa!!" -exclamó una tarde
en presencia de Étienne Balsan, oficial de Caballería. "Tengo un castillo
en Royallieu, y caballos -respondió el militar-. Todo eso puede ser tuyo
también". Aceptó de inmediato. El castillo estaba rodeado de bosques y
ciervos. Pero ella no logró ser feliz más allá de la primera semana. El
castillo se convirtió en un picadero (lugar donde los hombres cabalgan a
escondidas a las mujeres del prójimo) para los amigos del oficial residentes en
Paris, donde los fines de semana dejaban solas a sus esposas. El olor a tanta
carne humana atrajo a Emillienne d'Alençon, cantante de provecho, vieja amante
de Étienne Balsan y más puta que las gallinas según la prensa rosa. La rival de
Coco Chanel (a quien la modista veía como una "anciana" de treinta y
tres años) se convirtió en la mejor representante del estilo de sombreros
diseñado por ella. Sombreros, chaquetas entalladas, faldas de caída recta,
camisas marineras, jerseis deportivos, pantalones femeninos (una provocación en
la época) dieron nombre a Coco Chanel en el mundo de la moda. Pero continuaba
aburriéndose en el tálamo parrandero con Étienne Balsan. Una mañana de mayo
partieron de caza a Pau, en las estribaciones de los Pirineos. Conoció a un
caballero inglés. "Quitaba el aliento" -escribió Katharina Zilkowski,
autora de la obra "Coco Chanel". Arthur Capel encadiló a Coco Chanel
por su estampa e insolencia en la mirada. Entre aquellos ojos verdes y ella no
fueron necesarias las palabras. El fulano en cuestión recordaba a Clark Gable.
Boy (apelativo del caballero) poseía caballos, tierras, barcos. Empezo a
frecuentar el castillo de Étienne Balsan con malas intenciones. Tipo culto,
sedujo aún más a Coco Chanel hablándole de literatura, política, economía. Las
mejores fotografías de la modista hasta entonces se las hizo junto a Boy. Los
ojos de ella brillaban de amor y transparencia. Decidió separarse del oficial
de Caballería. "Amorcito lindo -dijo-. ¿Me dejarías tu apartamento de
París para montar una tienda de sombreros?". Tras un momento de
indecisión, el calzonazos respondió afirmativamente. Por fin en el número 160
del Boulevard de Malesherbes, Coco Chanel y Boy Capel bramaron como brama
muchas noches el volcán Arenal, en Costa rica, para desvelo de turistas y viajeros.
Boy estaba prendado de Coco Chanel, pero su amor por el arte, por las mujeres
bien hechas, dio pie a Paul Morand para escribir la novela "Lewis e
Irene", basada en la relación del caballero inglés y la diva de la moda
francesa... "Siempre necesitaba mujeres, mujeres para estudiarlas, para
colmarlas de regalos, para engañarlas, para educarlas, para destruirlas, para
descargar en ella su enojo, para calentar las sábanas (...). Con la
meticulosidad de un amante obsesivo, Lewis llevaba el registro de sus mujeres.
Número 411, Georgette Halphen, veintiocho años, pelo oscuro, muy endemoniada,
fuma puros. En el coche, frente a la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores,
se le antojó un mantecado (revolcón). Número 412, Ernestine Reonir, diecisiete
años, trabaja en una quesería, tiene pecas. La conocí por la mañana y por la
tarde la invité a dar un garbeo (paseo) por el bosque. No dejé nada en el
plato. Número 413, Alice Berthe, veitisiete años, enfermera, casada, neurótica.
Mucho pecho, pero no importa"... Coco Chanel descubrió la sensualidad
halagadora por ser la número uno en la vida de su amante insaciable. Hizo todo
por mantenerlo a su lado, incluso compartirlo a sabiendas. A principios de 1910
formalizaron la relación estrenando vivienda en los Campos Elíseos. No pasaba
ni una noche sin asistir a un concierto de música clásica o una obra de teatro.
Coco Chanel cultivó la amistad de cantantes y actrices. Isadora Duncan despertó
en ella la ilusión de convertirse en bailarina. Contrató a una profesora de
danza en Montmartre. Pero no estaba hecha para rivalizar con la bailarina
californiana. En 1912 Europa se preparaba para un sangriento estadillo de
violencia. Boy intuyó el peligro y propuso emigrar a Devauville, en la costa
normanda, frente a Inglaterra para salir a escape cuando la situación se
tornara insoportable. En Devauville Coco Chanel abrió una sucursal de la tienda
de sombreros. Pero no sólo de sombreros. La baronesa Kitty de Rothschild, la
actriz Cécile Sorel y Antoinette Bernstein, entre otras damas de alto copete,
empezaron a vestir la ropa diseñada por ella. La prensa continuaba
encumbrándola. El 28 de junio de 1914, Gavrilo Princip, miembro de la
organización serbia Mano Negra, mató al archiduque del Imperio Austro-Húngaro. La I Guerra Mundial dejó de
ser una amenaza. En Deauville sólo quedaron mujeres. Mujeres ordeñando vacas,
mujeres trabajando en las fábricas, mujeres conduciendo (manejando) camiones.
Aquellas mujeres necesitababan ropa holgada como los uniformes de guerra de los
hombres. Coco Chanel proveyó de ropa a las mujeres de Deauville. Su hogar se
convirtió en un gran taller de costura. También Boy Capel sumó grandes
beneficios gracias a la guerra. Coco Chanel necesitaba estar cerca del gallito
del corral porque su ausencia la sacaba de quicio. Se consideraba la dama del
harén, pero a finales de 1916 le devolvió 300.000 francos. "Ya no te debo
nada" -dijo ella. Boy Capel no la había comprado. Ella había comprado su
libertad con el dinero prestado por su caballero inglés. Pero el vertiginoso éxito
determinó su temperamento y agudizó sus temibles cualidades. "El estilo
soy yo" -dijo retando a sus competidores, casi todos hombres por supuesto.
Paul Poiret no encajó bien la soberbia de "la costurera de la pobreza del
lujo".Pero el estilo de Coco Chanel atravesó países y océanos. En Nueva
York, "Harpers's Bazaar", escribió: "La mujer que no posee por
lo menos una prenda Chanel está decididamente fuera de la moda". En 1917
Coco Chanel recibió un mazazo. Boy Capel había sido nombrado secretario de la sección
británica del Consejo de Versalles, un puesto de mucho honor y formalidad.
Necesitaba contraer matrimonio urgentemente. Lo hizo con la señorita Diana
Wyndham, hija del barón Ribblesdale, viuda y enfermera de guerra. Diana y Boy
Capel se conocieron en el frente. "Mi pequeña Coco no debe ponerse triste
-dijo Boy mientras le daba la buena nuevaa-. Nada cambiará entre nosotros".
Nada cambió hasta el 23 de diciembre de 1919. Soplaba viento gélido cuando se
despidieron. No volvieron a verse porque un accidente de tráfico en la
carretera dejó sin vida a Boy Capel. No pudo llorar la muerte durante las
exequias. Lo hizo desesperadamente junto a los restos del vehículo convertido
en un amasijo de hierros. Juró no volver a querer a nadie como lo había amado a
él. Pintó de negro las paredes de la alcoba y transformó su mansión en un
mausoleo de la soledad. Durante meses permaneció amodorrada en la cama, sin
levantarse apenas, sin permitir la entrada a nadie. Transcurrido un tiempo
cambió de morada para sacudirse los recuerdos. En esa época las mujeres ya
fumaban como carreteros, usaban el pelo corto y tomaban baños de sol en la
playa. La influencia de Coco Chanel continuaba marcando la pauta en la
emancipación femenina. A mediados de 1920, Misia Sert tomó las riendas de la
vida de la modista. "Prepara las maletas. Nos vamos a Venecia". Entre
puentes, góndolas y palomas la desconsolada Coco Chanel encontró tiempo para
tomar té con galletas de mantequilla con Sergei Diaghilev, una figura del
ballet ruso. Estaba flojo de dinero y deseaba reponer "La consagración de
la primavera", su obra maestra. Coco Chanel le hizo entrega de 300.000
francos con la condición de no decírselo a nadie. Pero no tuvo fortuna Sergei
Diaghilev porque su principal bailarín y amante terminó en el diván de un
psiquiatra y más tarde en los brazos de una hembra de rompe y rasga. A raíz de
su estancia en Venecia Coco Chanel se convirtió en una mecenas de muchos rusos.
Mecenas y amante. Músicos, pintores, literatos. Durante una reunión con sendas
amigas, una de ellas le ofreció a su novio. "Si quieres te lo dejo. A mí
me resulta muy caro mantenerlo". Se trataba del duque (venido a menos por
culpa de los bolcheviques) Dimitri Pavlovich, sobrino del "malogrado"
zar Nicolás II. Además de comérsela en el tálamo parrandero como Dios manda,
Dimitri contribuyó sin saberlo quizá a la gloria de Coco Chanel. Primero le
presentó a un químico proverbial en la creación del perfume Chanel número 5 y
después al productor cinematográfico de la Metro Goldwyn Mayer.
De la influencia rusa de sus amantes en la moda de Coco Chanel quedó numerosos
testimonios. Pero volvió a las raíces británicas tanto en la moda como en las
relaciones sexuales. Hugh Richard Arthur, segundo duque de Westminster,
inauguró esta nueva etapa anglófila de Coco Chanel. También se mató en la
cumbre de su noviazgo. Más tarde conoció a Paul Iribe, de origen vasco. Siguió
los pasos del duque inglés y estiró la pata en una pista de tenis. El 26 de
abril de 1936, el Frente Popular ganó las elecciones. "La burguesía
tiembla de miedo". Aquella mañana Coco Chanel llegó a la sede parisina de
su emporio. "Ocupada" rezaba un cartel en el escaparate de la tienda.
"¿Ocupada? -preguntó Coco Chanel-. ¿Ocupada por quién si yo soy la
dueña?". No la dejaron pasar ni hablar con la delegada de la ocupación.
"¿Delegada? ¿Qué cargo es ese? ¿Cómo no voy a poder entrar en mi propia
casa?". "¡¡Lo sindicatos al poder!!" -vociferaban los
manifestantes. Según la biógrafa de Coco Chanel, por haber pagado mayor sueldo
que otros competidores tuvo problemas con madame Lanvin, quien la acusó de
quitarle a sus operarias. Pero ahora la delegada no la dejaba entrar en la
empresa. Coco Chanel despidió a las 300 activistas y cedió una mansión en la
playa a las demás empleadas. La
II Guerra Mundial provocó la ocupación de Paris por parte de
las tropas alemanas. Hans-Günther von Dincklage, trece años más joven,
conquistó el corazón de Coco Chanel como antes conquistó el corazón de medio
Paris. Las mujeres hablaban y no paraban sobre sus conocimientos en el tálamo
parrandero. ¿Don Juan o espía? Avanzada la guerra, Coco Chanel ofreció su
mediación entre Hitler y Churchill a través de su Casanova. Operación
"Sombrero Modelo" se llamó el plan. Un fracaso porque los contactos
de Coco Chanel la dejaron con las posaderas a la intemperie. Concluida la
guerra Coco Chanel salvó el pellejo gracias a una carta de Winston Churchill.
Durante varios años vivió exiliada en Suiza. Pero añoraba su patria. Regresó
con la fuerza de una amazona a principios de 1954 a pesar de sus setenta
y un años de edad. Tremendo revuelo. Se peleó con todo el mundo, especialmente
con los pederastas e invertidos como denominaba a la mayor parte de modistos,
intelectuales y artistas residentes en Paris. También echó mano de un camarero.
François Mironnet se llamaba aquel muchacho oriundo de Normandía. Una noche lo
elevó a la noble condición de amante. Coco Chanel continuaba su camino
irreversible hacia la muerte. Pero en 1968 tuvo un arrebato de rebeldía y se
lanzó a las calle para ver por sus propios ojos la "Revolución de
Mayo". En presencia de los policías antidisturbios de la CRS, exclamó: "¡¡Dios
mío!! ¡¡Qué hermosos son esos escudos!! ¡¡Son como los de la Edad Media!!". La
sombra de Coco Chanel no dejó nunca de recorrer el mundo. Pero aquella mujer de
tanto poder e influencia, dijo antes de fallecer: "Estoy sola, sin marido,
sin hijos, sin nietos". El óbito se produjo el 13 de enero de 1971
(1) Basado en "Coco Chanel".