JACK LONDON PERFIL DE UN LOBO DE MAR

Apasionado, iracundo, socialista (socialista desengañado como todo buen socialista), aventurero, líder, trotamundos, idealista, pendenciero, romántico, contradictorio, vitalista, emprendedor, borracho, lobo solitario, curioso, novelista, autodidacta, precoz, vagabundo, osado, justiciero, ecologista, bohemio, reportero, deportista, ateo, rebelde, defensor de las prostitutas como terapia del alma humana, provocador de gente mojigata...


Todo esto y más formaba la personalidad de Jack London, "Lobo" en la intimidad. Nació de madre soltera el 2 de febrero de 1876. Flora Well, hija de un acaudalado comerciante de tigro, cayó enfermema de niña. La fiebre tifoidea la dejó sin apenas cabello y medio ciega. De mal genio huyó del hogar a los veinticinco años de edad. En San Francisco conoció a William Channey, de profesión "doctor" en astrología. Formaron sociedad en el tálamo parrandero y en el mundo de los negocios. Flora desbancó en prestigio a su amante. Ninguna dama californiana planeaba nada (noviazgo, boda) sin preguntarle antes a la pareja de zahoríes. Artículos, sermones, consultas. Entremedias apareció Jack. El niño quebró las esperanzas de hacerse ricos a costa de la imbecilidad ajena. William desapareció del mapa y Flora contrató los servicios de una negra para amamantar a su retoño. No tardó mucho tiempo en contraer matrimonio con John London, veterano de la Guerra de Sucesión, viudo y con dos hijas. Jack tomó el apellido del padrastro.


De chico, Jack London parecía quebradizo de salud. A la temprana edad de cinco años cogió la primera borrachera. Iba con la comida del padrastro, bebió cerveza y vomitó hasta las tripas. Dos años después ingirió media botella de vino tinto en una boda italiana. Veinticuatro horas estuvo durmiendo la mona. La familia no levantaba cabeza y alquiló una vivienda en una zona habitada por inmigrantes chinos y sicilianos. Tras graduarse en el colegio Grammar, Jack London empezó a trabajar en una fábrica de conservas de pescado. En aquella época (como sucede hoy en tantas partes) no estaba prohibida la explotación de los niños (una de las causas de la rebelión de los pobres en forma de mafia). Muchos niños laborando catorce horas en la fábrica Hickmotts.


Jack London aprendió a remar en bote, a pescar en la bahía de San Francisco y a suspirar contemplando el horizonte azul entre la mar y el firmamento. Como tantos niños en tantas latitudes y en tantas épocas soñaba con viajar más allá del horizonte. La mar y los libros; los libros y la mar. Libros de Flaubert, Kipling, Melville. Creció junto a las tabernas de los muelles de Oakland, donde los balleneros, cazadores de focas y pescadores de bacalao narraban peripecias sin fin. Pero no deseaba sólo leer ni escuchar las aventuras de otros lobos de mar, sino también vivir la suya. Con 300 dólares prestados por su madre nodriza compró una balandra a un pirata de ostras (las robaba en los criaderos para venderlas con grandes beneficios). La embarcación iba "aparejada" con la "reina de las ostras", una hermosa joven aventurera. La abrió como una concha, una pierna mirando hacia la bahía y la otra en dirección a las montañas, y la hizo suya mientras el resto de la tripulación continuaba bebiendo en la cubierta. Aquella demostración de amor provocó los celos de French, otro pirata de ostras. Intentó abordar la balandra de Jack London, pero el hijo de Flora se mantuvo firme en la proa con una escopeta entre las manos. La embarcación del bravucón viró en redondo.


Libre y salvaje, Jack London nunca dejó de frecuentar la obra de sus escritores favoritos. Después de perder fortuitamente en un incendio la embarcación, cambió de bando e ingresó en la patrulla de pesca. Muchos antiguos compinches fueron detenidos y multados severamente. La mitad de la recaudación terminaba en el bolsillo del "reconvertido" Jack London. El hijo de Flora no calentaba la silla en ninguna parte. Con apenas diecisiete años de edad zarpó a bordo de la goleta "Sofie" rumbo a las gélidas aguas del mar de Bering. Noventa días cazando focas a garrotazos; casi nueve meses de singladura por el océano Pacífico. A los pocos días de navegación, un sueco gigante quiso tocarle los boliches (huevos, cataplines). Esgrimiendo un bate de béisbol mientras lo agarraba del pescuezo, el hijo de Flora lo arrinconó contra la regala de babor y le dijo: "Como te vuelvas a meter conmigo te abro la cabeza como un melón de Lanzarote. ¿Ha quedado claro?". El tripulante nórdico asintió con los ojos y el resto de la tripulación irrumpió en una salva de aplausos. Entre juergas, novelas y combates de boxeo transcurrieron nueve meses. De regreso en San Francisco prometió cambiar de vida. No más cazador de focas ni pendenciero. Volvió a trabajar como un miserable jornalero en una fábrica de yute.


La siguiente aventura llegó de la mano de la narración. Se presentó a un concurso literario convocado por el periódico "San Francisco Morning Call". Ganó el primer premio con el relato "Tifón cerca de la costa japonesa", basado en su experiencia en el océano Pacífico. No estaba a gusto en la fábrica de yute y se alistó en un ejército de vagabundos, desempleados y revolucionarios organizado por Jacob S. Coxey y Charles T. Kelly, respectivamente. Dos mil hombres con destino a la Casa Blanca para exigir cinco millones de dólares con los cuales crear puestos de trabajo en la construcción de caminos. Hizo el viaje hasta dar alcance a los demás miembros del "ejército" debajo de la plataforma de una locomotora. El frío, la desesperación y el hambre rompió la solidaridad del "ejército" y terminaron a trompadas unos contra otros por la acaparación de mantas. A Washington llegaron sólo cuatrocientos hombres. El "general" Kelly tras pisar el césped de la Casa Blanca cayó en manos de la policía y el ejército terminó disolviéndose en medio del caos.


Aquella odisea le sirvió a Jack London para recorrer EEUU. De Washington a Chicago y de Chicago a Nueva York haciendo autostop. En la futura Gran Manzana compró libros de ocasión. La policía le propinó una tunda por leer tumbado en un parque. Siguió camino hacia las cataratas del Niágara. Nueva detención y a la cárcel por no poder dar un domicilio conocido en el condado de Eire. En la prisión descubrió el horror del "sótano de la sociedad". Recuperada la libertad de movimiento prosiguió rumbo a la costa del oeste de Canadá. En Vancouver buscó trabajo a bordo del "Umatilla" para costearse el regreso a San Francisco. Sin dinero ni trabajo prometió de nuevo regenerarse. También juró por Dios no blasfemar nunca más. Nada de cagarse en la Virgen ni en la puta hostia. Se matriculó en el instituto Oakland High. Estudiaba y trabajaba en el mismo lugar. Trabajaba fregando el suelo, lavando los platos, limpiando las ventanas. En la biblioteca (donde conoció a la influyente Ina Coolbrith en la selección de libros recomendados) descubrió el panfleto "Manifiesto del Partido Comunista". La falta de cariño de su madre y las injusticias padecidas desde niño lo arrojaron en brazos de Carlos Marx. Se propuso dirigir el asalto a las barricadas, pero antes necesitaba obtener un título académico. Eligió la Universidad de Berkeley. Cambió las tabernas por las tertulias políticas en la Henry Clay Debating Society. Trabó amistad con Mabel, estudiante de filología inglesa, "una flor de oro pálido sostenida por un tallo esbelto". Mabel le hizo escuchar música clásica; contemplar óleos; pronunciar el inglés correctamente. Compró un diccionario para aprender veinte palabras cada jornada y empezó a imitar los modales de sus nuevos compañeros. Ingresó en el Partido Socialista Obrero. Pero no estaba hecho para reuniones de salón ni para discutir teorías, sino para la práctica de la oratoria directa con la gente en City Hall Park. Entre los oradores, Jack London destacaba por la pasión y la elocuencia. A principios de 1897, en un mitin organizado para recordar el asesinato de Abraham Lincoln, la policía lo arrestó nuevamente. Exigió un juicio con jurado y salió absuelto. Pero sus amigos de la burguesía no volvieron a invitarlo a las tertulias políticas ni a sus domicilios particulares. Sólo la familia de Mabel continuó profesándole cariño y admiración. Excursiones en bicicleta, viajes en barca, meriendas en el campo. Jack London decidió contraer matrimonio con Mabel "hasta que la muerte nos separe". Pero ni Mabel ni la familia de Mabel opinaban lo mismo. El hijo de Flora necesitaba dinero para sacar adelante su propósito amoroso. El hallazgo de oro en Alaska deslumbró a miles de personas en el mundo. También Jack London quiso hacer fortuna.


Después de meses de preparación llegó a tierras boreales cuando un manto de hielo de un metro de grosor tapaba el río Yukon. Silencio y quietud durante los meses de invierno. Comerciantes, prostitutas, mineros, delincuentes, tahures, contrabandistas, sacerdotes... Todos esperaban la primavera, el deshielo, ver correr de nuevo las aguas del río Yukon. Pero Jack London fracasó en su nuevo empeño de probar suerte por culpa del escorbuto. Regresó a San Francisco gravemente enfermo y sin dinero. Tuvo la tentación del suicidio y se lamentó por no haber nacido mujer para trabajar de prostituta. Dios aprieta, pero no ahoga. De repente tuvo sendas ofertas de empleo. Escribir relatos de aventuras para la editorial Black Cat o trabajar en la oficina de correos. Eligió la novela para gloria del mundo. En tres años pasó de ser un marinero casi analfabeto a escritor de fortuna. Literatura y política; arte y socialismo.


En 1901 concurrió a las elecciones para la alcaldía de Oakland. Logró el 10 por ciento de los votos obtenidos por su adversario. Ni Mabel ni la familia de Mabel estaban seguras aún del hipotético éxito en la vida de Jack London. De la boda ni media palabra. El hijo de Flora empezó a cortejar a Bess, una irlandesa voluptuosa, capaz de darle media docena de hijos. Pero a quien amaba realmente era a una joven rusa de nombre Anna. Ella también admiraba la boca de Jack London, su torso atlético, la fuerza de la palabra. Anna buscaba un poeta en su nuevo amigo, un romántico, un idealista. El apego del incipiente escritor por el dinero empezó a preocuparla. "Acumular riquezas o éxitos personales significa la derrota del idealismo", dijo ella un día. Anna el amor platónico y Bess la novia de carne y hueso, la secretaria, la educadora... Contrajeron matrimonio en una semana. Huyó Anna lejos de San Francisco, pero apareció Mira, seducida por la voz sensual y varonil de Jack London. Mira no gustaba de los hombres excesivamente velludos. Por supuesto nada de pelitos asomando por las orejas ni por las fosas nasales y los huevos bien afeitaditos. Jack London no estaba entre los indeseables. Pero ninguna hembra como Charmian, cinco años mayor. La conoció después de regresar de un largo viaje por Europa (gente paupérrima en el barrio londinense de East End, niños famélicos, injusticia por doquier). En el tálamo parrandero a ella le gustaba ser tratada como una golfa. "¿Qué quieres que te haga?" -preguntó devorándola con la mirada. "Átame a la cama y pégame, arráncame los pezones, clávame tu polla hasta los huevos" -respondió Charmian. Ella un tanto masoquista y Jack London cariñosamente sádico. Estaban hechos para no separarse jamás. "¡Amor mío eres tan hombre! ¡Amo cada trozo de ti como jamás he amado y como nunca amaré! Por ti trabajaría en un prostíbulo, robaría un banco, me presentaría a las elecciones de cherif del condado". Sólo una vez se rebeló Charmian en la intimidad de la alcoba. "Jamás te daré mi culo" -dijo. Jack London sonrió. La puso en posición decúbito prono y la amarró de pies y manos a la cama. Empezó a recorrer su espalda con los labios, después con la lengua. La besó salvajemente en las nalgas, luego un poquito más adentro de las nalgas cuando ella abrió las piernas, la boca de Jack London se perdió en la oscuridad mientras Charmian no paraba de gemir. La boca dio paso a un dedo juguetón, el dedo índice entró como Pedro por su casa en el ano de aquella hembra en celo. Jack London volvió a sonreír. La polla (chimbo, pinga) a punto de reventar. El poeta la untó con aceite de hígado de bacalao y comenzó a cabalgar suavemente las posaderas de Charmian. "No lo hagas -dijo ella-. Me harás daño". Con la delicadeza de un alfarero de la porcelana Jack London hizo suyo el culo de su amada y el temor de ella se transformó en un placer infinito. Desde entonces practicaban diariamente el conocido método P3... Por arriba, por abajo, por detrás...


Charmian no resaltaba por la belleza despampanante ni por tocar el piano ni por cantar... Nada de eso atesoraba... Su encanto estribaba en ser una mujer audaz e independiente, una mujer infatigable a la hora de viajar junto a Jack London, jugar ambos a la baraja o practicar boxeo como si de un hombre se tratara. Sucedió cierto día en el apartamento de ella. Jack London no midió la fuerza de su derechazo y la tumbó de espaldas en el suelo. "Conque esas tenemos ¿eh?" -murmuró. Ni corta ni perezosa se incorporó y le propinó un puñetazo en la boca a su contrincante. Veinticuatro horas estuvo sin probar bocado lujurioso. La guerra entre Rusia y Japón los alejó temporalmente porque Jack London partió hacia el teatro de operaciones como corresponsal de guerra del periódico "New York Journal". Tuvo varias peleas con los soldados nipones porque no lo dejaban salir del hotel. Finalmente fue arrestado y deportado a EEUU. En el puerto de San Francisco no lo recibió Charmian, sino un escándalo. Bess había solicitado el divorcio por adulterio, pero adulterio con Anna... Metedura de pata de Bess y retracto. Charmian se mantuvo alejada de Jack London casi un año para no complicar más las cosas. Jack London no pensaba lo mismo y buscó consuelo en los brazos de Blanche, una crítica de teatro. Si Charmian y Jack London formaban la pareja perfecta resultaba una locura continuar separados. Ella buscó de nuevo las caricias del poeta, su boca hambrienta, dormir juntos con las piernas enroscadas. Mandón y posesivo la convivencia entre ambos inspiró a Charmian en uno de sus textos. Quería morir a su lado, pero el caballero se gastaba un carácter de aúpa. Sin embargo Jack London nunca dejó de estimular el temperamento independiente de ella y su naturaleza artística, circunstancia impensable en la época. Charmian no sólo actuaba como secretaria y correctora, sino que además influyó en su estilo literario. Jack London de nuevo se hizo la promesa de echar raíces. Compró 130 acres de terreno en una colina de secoyas, pinos y robles. También compró vacas, caballos y aperos de labranza. Iba a probar suerte con la cría de bovinos y cerdos. El dinero hizo mutis por el foro en pocas semanas. Pero la famosa novela "Colmillo blanco" lo rescató de la insolvencia. Dinero fresco, renovadas ideas. En vez de construir el rancho pensó hacer un viaje alrededor del mundo. Charmian respondió con entusiasmo: "¡Que espere la casa!".


Mientras la construcción del barco avanzaba a paso de tortuga, Jack London daba conferencias por EEUU. Causaba furor entre los jóvenes y delirio entre las mujeres, casi todas vestidas de rojo. También ocasionó algún dolor de muela. Sucedió cuando pronunciaba un discurso para magnates de la industria. Acusó de parásitos del sistema a los artistas e intelectuales del movimiento socialista porque "desconocen la terrible realidad de los explotados". "Son zánganos apiñados entorno a la miel capitalista". Un ricachón presente en la conferencia replicó: "¿Sabe cuál será el resultado de su revolución?". "¡No es mi revolución! -contestó Jack London- ¡Es su revolución y la revolución de la gente como usted! ¡Ustedes son la causa de la revolución!". "¿Sabe cuál será el resultado de su revolución?" -insistió el millonario-. ¡La anarquía! ¡La guerra civil! ¡La muerte y el crimen! Ese será el resultado de su revolución. ¡Un cataclismo nacional!". "Bueno ¿y qué?"...


Tan pronto consiguió el divorcio de Bess (por abandono de hogar en vez de adulterio) contrajo matrimonio con Charmian. ¡Qué desastre! Las asociaciones de mujeres lo condenaron y también las federaciones de fútbol por su influencia perniciosa entre los jóvenes. Las librerías retiraron su obra por la inmoralidad del "apóstol del socialismo" de haber abandonado a la esposa, a las hijas. Cuanto antes terminara de construir el barco mejor para marcharse lejos de EEUU. La duración del periplo iba a ser de unos siete años. Contrató a tres tripulantes. Ninguno había pisado jamás ni un miserable bote de playa. El 21 de abril de 1907 un centenar de parientes, amigos y curiosos se arremolinó en el muelle para ver zarpar la embarcación. Jack London con la gorra calada alzó la mano desde el castillo de popa del "Snack" para despedirse. De repente se oyó una voz jadeante: "¡Alto en nombre de la ley!". El hombre se hizo paso a través de la gente y subió la escalerilla. "El barco ha sido embargado por no pagar a sus acreedores". Necesitó dos días para solventar aquel contratiempo. Tuvo suerte porque el resto de acreedores conoció los planes de Jack London cuando el barco ya estaba en alta mar. Mientras el velero surcaba la bahía de San Francisco, Jack London se imaginaba viviendo en una choza en cualquier isla solitaria de los Mares del Sur y comerciando con perlas y copra o pescando tiburones. También pensaba cazar alguna cabra salvaje. Nada más salir a la mar abierta el tiempo cambió. La sentina comenzó a hacer agua y la vela del foque huyó con el viento. El barco no terminaba de responder a la maniobra del piloto (piloto porque Jack London le concedió el título) y el cocinero (sin experiencia incluso aliñando una ensalada) preguntó con nerviosismo: "¿Cuántas millas faltan para llegar?". Jack London lo miró de arriba abajo. Dijo: "Exactamente dos mil millas menos las tres o cuatro que hemos recorrido desde ayer". LLegaron a trancas y barrancas a Hawai y la tripulación se quedó sin empleo. Cinco meses duró la reparación del barco. El novelista contrató a un piloto de verdad, pero estaba en libertad bajo fianza por asesinato. En Alaska cogió el escorbuto y en los Mares del Sur la malaria. Debió regresar precipitadamente a San Francisco. El viaje alrededor del mundo duró veinticinco meses.


Tras comprar dos ranchos anejos a la finca de Glen Ellen el patrimonio rústico de Jack London se multiplicó por cuatro. También prometió dejar de beber. Para lograrlo ideó un viaje desde la costa este de EEUU hasta la costa oeste. Pero no en línea recta, sino dando un rodeo en barco a través del cabo de Hornos. Charmian se enroló como ayudante de cocina y Jack London como tercer contramaestre. Estaba decidido a dejar la bebida y además dejar sin coartada a los bribones. Realmente continuaba yendo a los prostíbulos del barrio chino y al restaurante Dunstan's, donde entraba para cenar, pero terminaba desayunando también. Cuando regresaba a la finca, Charmian lo estaba esperando con el periódico en las manos, con la noticia sobre la última parranda de Jack London. "Ese no soy yo ¿eh? Muchos sinvergüenzas adúlteros o estafadores usan mi nombre para evitar sus responsabilidades".


El barco de cuatro palos zarpó del puerto con Charmian y el novelista a bordo. Extraña pareja porque cuando no estaban boxeando en la cubierta andaban guindados de algún palo o fornicando en el bote de salvamento. También contemplando las puestas de sol o la fosforescencia de las estrellas. Charmian bordando o recitando poemas y Jack London terminando la obra "The Muntiny of the Elsinore". En algún meridiano de la mar oceana engendraron a su segundo hijo (el primero murió a las treinta y tantas horas por culpa de una negligencia médica). El hijo marítimo tampoco llegó a puerto. ¿Terminó Jack London con la bebida? No se conoce ninguna noticia contraria. Sin embargo abandonó un poco a Charmian. Ella un día escribió en su diario: "Allan (un apuesto veinteañero, inglés y aspirante a escritor) y yo fuimos cabalgando hasta Sonoma Mountain y disfrutamos mucho viendo cómo la niebla se espesaba y se volvía a condensar. Un tiempo muy agradable, sin lluvia, maravilloso, pero malo para el rancho. Flores y árboles en flor. Una experiencia encantadora"... ¿Relación meramente platónica o Charmian usó a su huésped Allancito para recordarle a Jack London sus necesidades de hembra infatigable en el tálamo parrandero? Una mañana de marzo, ella lo acompañó hasta la estación ferroviaria para despedirlo. Cuando regresó a la finca, Jack London estaba esperándola detrás de la puerta. Le pidió explicaciones sobre aquellas intimidades con Allancito. Las palabras de Charmian debieron ser convincentes porque de nuevo volvió el derroche de pasión entre ambos. Día y noche andaban follando en la cama, en el suelo del salón, encima de la tabla de planchar. Comenzó la última aventura para Jack London, hacer testamento y dejar pendiente un montón de deudas. La penúltima odisea la vivió en Mexico donde un periódico lo mandó como corresponsal de guerra a la Revolución Mexicana. Sus crónicas provocaron ronchas entre los dirigentes de la izquierda norteamericana. Incluso su hija lo acusó de traición. Se despidió del mundo en Hawai donde estaba con Charmian su amor hasta la muerte de ella muchos años después... Entre los ilustres lectores de Jack London figuraba Lenin.

(1) Basado en la obra "Jack London, un soñador americano".


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RAFAEL SÁNCHEZ ARMAS

AGENCIA BK DETECTIVES ASOCIADOS

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